Por Santiago Halusch
El uso del prefijo “post” se adecúa perfectamente a un fenómeno que ve difuminado sus contornos, incluyendo novedades pero sin perder muchas de sus características originales. El término posdemocracia fue acuñado por el politólogo y sociólogo Colin Crouch al referirse a la pérdida de la democracia que da lugar a otro sistema político: la tecnocracia o gobierno de los técnicos, o sea a una forma de gobierno en la que los cargos públicos son ocupados estrictamente por especialistas. Pero detrás de todo esto se encuentra un proceso que busca neutralizar el elemento central de la democracia que no es otra cosa que el conflicto. ¿Existe compatibilidad entre la democracia y la tecnocracia? ¿Qué consecuencias puede tener en países emergentes la aplicación de un gobierno de técnicos?
La tecnocracia elimina el “conflicto” en la democracia porque se muestra como único camino para la solución de determinadas problemáticas presentándose como negación de lo político. Ahora bien, es de utilidad analizar, una vez rechazado el antagonismo político, que factores influyen en la determinación de soluciones que supuestamente no tienen otras alternativas.
Por supuesto que considero positivo que quienes conformen el Estado estén capacitados y sean expertos en diversas áreas pero no debemos olvidar que la política no es una ciencia dura en la que quienes están instruidos tienen la última palabra en lo referido a la manera de encarar problemáticas sociales. Mi miedo es la posibilidad de que en las democracias liberales, el aspecto formal de las instituciones permanezca incólume pero que de hecho, soluciones se presenten como un único camino, por ejemplo, habiendo recambios de autoridades pero que en múltiples situaciones sólo sea un espectáculo controlado por medios de comunicación que planteen los temas a tratar en campañas políticas donde los ciudadanos queden relegados a un papel pasivo en el cual el voto sólo les sirva como mecanismo de presión ante el descontento de las autoridades. Algunos no están de acuerdo con esto sea posible postulando la existencia de elecciones libres a lo que me surge el interrogante acerca de si son libres o más bien elegimos entre un candidato que contó con los fondos para poder realizar una campaña, asesorarse y sobre todo, tuvo que moldear sus ideas por la influencia de grandes organismos. En definitiva, existe el temor a que la tecnocracia pueda dar lugar a “una democracia sin demos”, donde el pueblo se ve reemplazado por una especie de aristocracia de expertos que responda a intereses de sectores especiales y encima se presuma como la única solución.
En nuestro país particularmente, desde la campaña política e incluso antes, escuchamos a Mauricio Macri decir que los problemas no tienen ideología porque no son de izquierda o de derecha. Lo que el presidente se olvidó de decir, es que la solución a esos problemas si la tienen. También se postuló como el candidato que posee el mejor grupo de trabajo porque está conformado en su mayor parte por expertos en áreas relacionadas a la gestión pública. Personalmente considero que es peligroso elegir a un presidente por esta última razón y que no son frases inocentes ya que como dije, la política no es una ciencia exacta por lo que debería haber profundizado más en la ideología de los candidatos en vez de “hacer científica” la política (o “tecnocratizarla”). También puede verse matices de tecnocracia o cuando menos intolerantes al ser inflexibles cuando no se acataban consignas dadas por funcionarios de la gestión anterior, tales como patria o buitres, el rechazo a cualquier forma de endeudamiento, la nacionalización de empresas por sobre todas las cosas o la calificación de gorilas a quienes no consideran adecuadas todas las aserciones que proponían (las cuales considero que eran susceptibles de debate).
En conclusión, estoy convencido que quienes levanten la bandera de la democracia coherentemente, también levantaran las del debate, la diversidad, la del antagonismo político y consenso y sobre todo la tolerancia a diferentes visiones, banderas que no las veo de otra forma que como la antítesis de la tecnocracia.
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