Por Enrique Guardo
Buenos días para ustedes, lectores que me bancan a pesar de todas mis carencias. Hoy les quiero hablar sobre un pensamiento que desde que me intereso en la política ha sido mi motivo de discusión pleno. Y es el empleo público. El trabajador del estado. Ese que algunos llaman “ñoqui” cuando mal generalizan y critican a laburantes. En fin, la persona que ejerce un trabajo para alguna organización dependiente del estado.
Les quiero contar una anécdota antes de plasmar mi pensamiento. Para llegar hacia donde me toca vivir en estos momentos, se tiene que ir en camioneta. Y me toca viajar junto a dos señoras de este pueblo y un amigo. El viaje dura 3 horas y mientras dormitaba un poco, una de las señoras no paraba de hablar. Se quejó de todo. Desde el gol que erró Palacio en el Mundial pasado hasta del precio del talco. Y de tanto que escuchaba el susurro, y para no pedirle de una forma maleducada que se calle y que me deje dormir, me puse a escuchar que decía en silencio. Y se quejaba de cuanto cobraba por la AUH. Y después se quejaba de que un radical tiene un trabajo mejor al de ella en el Estado mientras que a ella, por ser peronista, no lo tenía. Hablo todo el viaje, a veces me hacia reír de las barbaridades sinsentido que decía, pero en otras presté atención a la forma de pensar de la gente, ya que el chofer y la otra señora concordaban con ella.
Y es cierto, la mayoría de la gente piensa de esa manera. Terminar el secundario, conseguir un currito y trabajar para el Estado 8 horas, cobrar un sueldito, recibir asignaciones, vivir quejándose de la miseria de país que tenemos, y no hacer nada para mejorarlo.
Y seguramente me dirán: no hermano, nadie piensa así. Y les digo, vayan a algún lugar de clase media baja. Esa es la expectativa. Eso es tocar el cielo con las manos.
Estuve a punto de contestarle a esta señora, de hacer que se dé cuenta que ella trabajaba para algo, y lo defendía, y a la vez se quejaba de ese mismo algo, y quería hacer todo para cambiarlo. Decidí quedarme callado, para no tener una discusión que no se a qué puerto llegaría.
Y esto es así. ¿Por qué la gente trabaja para el estado? Y fácil, porque no hay empresas privadas.
El que algo sabe sobre economía, sabe que la rueda económica es familia – empresa – estado. Con sus respectivas retribuciones, la familia trabaja para la empresa, la empresa devuelve bienes a la familia, ambas pagan impuestos al estado, y el estado devuelve en obras públicas.
Ahora, en nuestro país la rueda económica es familia – estado – estado. La gente se pelea para trabajar para el estado. Algunas por amiguismos y otras para tener un laburo seguro. Y eso es lo que no tiene que ocurrir. Las personas no deben ser laboralmente estado dependientes.
El estado no puede abastecer de trabajo a todo el país. Sería un tipo de comunismo (por llamarlo así) y no habría independencia, ya que medida que toma el estado, medida que la gente debe cumplir porque si no se pierde el trabajo.
Lo mismo pasa cuando hay elecciones. Yo voto a tal, sino pierdo el trabajo. Yo voto a tal, porque voy a entrar en la muni.
Sería tan simple de solucionar esto si la gente fuera emprendedora. Si se incentivara a crear empresas familiares o pymes, o simplemente que grandes empresas inviertan en nuestro país y contraten mano de obra argentina.
No me malinterpreten, no digo que no debe haber ninguna organización estatal donde algunas personas trabajen. Digo que la mentalidad de la gente es trabajar para el estado. Que el estado brinde todo a las personas. Desde comida, hasta que enseñe a sus hijos a ir al baño y los haga recibir a golpes. No señores, esto no es así. El Estado debe dar herramientas, nada más que eso. Las personas deben progresar solas. Si esperamos que el Estado alimente a todos, eduque a todos, provea de medicamentos a todos, y de trabajo a todos estamos totalmente perdidos. La gente perdió completamente el sentido de independencia, y quiere todo servido. Todo fácil. Sin mover las manos. ¿Quiénes se perjudican? Los laburantes obviamente.
Y la señora se quejaba de que cobraba poco en la AUH, por dios. Me daban ganas de decirle: ¡Señora, agradezca que le están dando una ayuda y deje de quejarse, usted no hace nada para recibir esa ayuda y encima se queja! ¡Señora, crie a sus hijos para que el día de mañana puedan estudiar y tener un buen trabajo, y no siga quejándose de lo poco que le da el estado! Y no voy en contra de las asignaciones. Voy en contra de la mentalidad de uso de esas asignaciones. Voy en contra del no querer progresar.
Es simplismo, o como lo llaman algunos, la vagancia argentina. Todo quieren servido. No se esfuerzan por conseguir nada. Y encima se quejan. ¿Así quieren ver al país crecer?
En una de las cosas con las que concuerdo con el gran Juan Domingo, emblema de trabajadores e inentendible cara visible de algunas organizaciones políticas, es la famosa frase: “Personas que no trabaja no es considerada persona”. Cuánta razón, y pensar que este hombre lucho por los trabajadores cuando incompetentes realizan actos en su nombre y en su vida agarraron una escoba. Argentina al cubo.
¿Qué pasaría si hubiese pleno empleo? Que utopía tan linda ¿no?
Llamo a la reflexión, ¿Cómo podemos hacer para cambiar la dependencia laboral del estado? Y pongo suma atención a sus respuestas, y espero que no sean diciéndome gorila, imperialista, hijo de las corporaciones, empleado de clarín o cualquier insulto moderno de los “defensores del pueblo”.
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