Por Antonella Lettier
Últimamente, muchas noticias en todos los medios de comunicación hacen referencia al Papa Francisco y sus dichos o acciones en cuanto a la política argentina. De acuerdo a estas expresiones, la clase política adopta al Papa como una persona a seguir o lo rechaza rotundamente según le convenga.
Desde tiempos inmemoriales la Iglesia tuvo una estrecha relación con el Estado, lo que en algunos tiempos llevó a que ésta se inmiscuya de forma abusiva en asuntos de gobierno. Esta corriente se llamó clericalismo y tuvo sus raíces en la teocracia que hacía referencia a que el poder del soberano venía directamente de Dios, lo que dio una base muy fuerte para fundamentar las monarquías absolutistas de siglos pasados. Incluso, podemos recordar que en el descubrimiento de América, cuando Portugal y España se separaron las tierras para colonizarlas, el Papa intervino mediante una Bula.
Actualmente, si bien el Estado y la Iglesia establecen sus poderes separados, lo cual hace que Argentina, por ejemplo, sea un país laico, como mencioné arriba, todos se encuentran atentos a las expresiones de la Iglesia por medio del Papa Francisco, y obviamente este fervor se acrecienta por ser Jorge Bergoglio argentino.
Creo que, la mayoría de la sociedad tiene claro que el Estado debe regular en cuanto a políticas de gobierno y asuntos terrenales y comunitarios, mientras que la Iglesia se debe encargar por su lado de tener normas para sus fieles sin ingresar en la esfera del gobierno. Sin embargo, en los últimos tiempos, no sé si por conveniencia o por confusión, muchas personas toman como si se tratara de un dogma, el pensamiento político que pueda esbozar el Papa. Todos, los que somos creyentes y los que no, deberíamos tomar estas expresiones como propias de una persona humana que tiene propias convicciones, y que si bien, para los cristianos, sus palabras en cuando a FE son importantes y valederas, las opiniones políticas y gubernamentales NO, ya que hay que dar y tomar de cada poder, lo que le corresponde.
Todo esto, acerca de la importancia de la palabra del Papa Francisco como cabeza de la Iglesia comenzó a resonar cuando asumió Macri, luego en su visita fría y más aún con el Rosario que le envió a Milagros Sala. Si bien entiendo que los militantes oficialistas salgan a su cruce, también comprendo, y opino desde mi mirada, que el Papa puede y debe recibir a todas las personas aunque hayan cometido delitos, ya que eso debe juzgarlo la Justicia argentina. Incluso podemos recordar, que el Papa Juan Pablo II ha visitado a quien intentó asesinarlo. Sin embargo, también observo que una visita tan amistosa con personas acusadas de corrupción y una tan fría con el Presidente de la Nación trae mucha tela para cortar.
En conclusión, creo que debemos separar lo espiritual de lo estatal, ya que si bien Francisco con sus reflexiones es alguien de suma importancia para los creyentes cristianos, no es una voz política, y por lo tanto no debe caer él y toda la Iglesia en esta confusión llegando al clericalismo. El Papa podrá ser para algunos, palabra santa pero en DOGMAS DE FE, no en formas de hacer política. Por lo que, ni la sociedad debe darle a sus palabras este tinte ni tampoco de su persona provenir actos de política. Debería hablar a la sociedad desde un lado espiritual y hasta moral, pero nunca gubernamental, ya que desde hace cientos de años creo que todos establecimos que NO queremos que el Estado se inmiscuya en la Iglesia, ni ésta en el Estado, puesto que son dos poderes que hacen a las diferentes dimensiones de un ser humano.
Entonces Jesús les dijo: "Pues den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”
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