"No es muy dificil atacar las opiniones ajenas, pero sí el sustentar las propias: porque la razón humana es tan débil para edificar, como formidable ariete para destruir." Jaime Luciano Balmes

martes, 24 de mayo de 2016

Aborto, realidad negada II


Por Agustín Garcia



         Hace algunas semanas, se publicó en este blog un artículo de Antonella Lettier, en el que ella discute algunos de los posicionamientos respecto del debate sobre el aborto. Lo interesante de su exposición es que sus palabras me dan la posibilidad de pensar varios de los argumentos que responden al sentido común de las personas que no están a favor de la regulación legal del aborto. Así que mi objetivo con la nota de hoy no es únicamente discutir con Anto; sus palabras me dan un empujoncito para discutir con varios de los argumentos típicos de aquellos que se autodenominan pro-vida.




        Y si destaco que se autodenominan pro-vida es porque en realidad ese es un calificativo bastante discutible. Bastante discutible porque se adueña de las banderas de la vida como caballito de batalla, cuando la vida es mucho más que el conjunto de células vivitas y coleando. Pero voy a discutir este aspecto un poco más adelante.


       Ahora, a la nota de la compañera. Los argumentos que propone son de distintos órdenes; el primero y bastante significativo gira alrededor de lo que, para ella, implica el gran debate cuando se habla del aborto: “El aborto trae un gran debate acerca de si este procedimiento implica matar vilmente a una persona por nacer o simplemente es sacar del cuerpo de la mujer “algo” que no es una persona”. Es decir, que aquí la cuestión radica en el establecimiento de un momento determinado en que podamos hablar de vida. La posición que los anti-aborto defienden establece que desde el momento mismo en que tiene lugar la concepción (el momento mismo de la unión entre óvulo y espermatozoide) se puede hablar de vida. Otros, más ambiciosos (y religiosos) aún, opinan que con la concepción ya podemos hablar de una persona. Y otros consideran hablar de una potencial vida humana.


       Estas razones, comunes entre los “pro-vida”, tiene sus motivos; generalmente impulsados por prejuicios morales, culturales y religiosos. Pero el aborto no debería ser principalmente un problema religioso, tampoco un problema moral: el aborto es, en primer lugar, un problema de salud pública. Y semejante problema sanitario exige la pronunciación de profesionales bien formados: de la investigación científica. ¿Por qué? Porque no se puede emplear conceptos tan complejos como la vida o la persona sin recurrir al saber científico.


         Y en base a estas premisas necesitamos discutir los tres conceptos (vida, potencial vida humana, persona). Distintas disciplinas psicológicas hablan siempre de las personas como seres bio-psico-sociales. ¿Por qué destacarlo? Porque si intentamos definir a la persona desde cualquier de estos tres aspectos por separado nos quedamos cortísimos. La persona, indivisible, es imposible de pensarse solamente desde lo biológico-somático, porque el comportamiento humano no depende solamente de la cantidad de células, o de su sistema inmunológico, o de su capacidad neuronal-cognitiva; o únicamente desde lo psicológico, que está fuertemente determinado por la maduración biológica tanto como por el nivel socioeconómico a que se ve sometida la persona; o desde lo social-cultural. Porque la complejidad de las personas trasciende a cualquiera de estos ámbitos. De otro modo, caemos en un reduccionismo muy poco serio, y esto también se repasará más adelante.


       Entonces, la opinión de que hay persona desde el momento mismo de la concepción por el simple hecho de que se unieron dos células no parece muy justificada. Por el contrario, en ese momento se inicia un larguísimo recorrido madurativo del embrión (que prosigue más allá aún del nacimiento) al que solamente varios meses después se le pueden inferir facultades cognitivas humanas más o menos complejas.


          Con respecto al desarrollo embrionario, aparece también otro de los argumentos típicos, no de la compañera, pero sí de los anti-aborto: que, a causa del vil aborto, el feto pueda sufrir dolor. Pero lo cierto es que cuando se habla de legalizar el aborto, un importante aspecto que se debe establecer es la viabilidad del aborto. Y la viabilidad de un aborto debería responder principalmente a establecer a partir de qué momento en el desarrollo uterino podemos hablar de un ser que está en condiciones de valerse por sí mismo. Esto sería imposible sin un desarrollo adecuado a nivel del sistema nervioso, desarrollo largo y complejo. En el caso de la percepción del dolor, experiencia que es emocional y psicológica además de fisiológica, este hecho es sencillamente innegable: no basta con que haya un estímulo ‘doloroso’, sino que tiene que haber una maquinaria de percepción que lo haga consciente (dicho en forma bruta, el circuito talamocortical). Existen muchísimos estudios histológicos, comportamentales, bioquímicos y neurológicos que muestran que, en humanos, éste circuito se genera recién entre la semana 20 y 30 de gestación (entre el quinto y séptimo mes de embarazo). Antes de esto, no hay un sistema nervioso capaz de procesar el dolor.


         El concepto de vida es también muy escabroso. La vida es un proceso cíclico y los millones de espermatozoides expulsados en la eyaculación así como el óvulo de una mujer ya son células muy vivas. Y la noción de potencial vida humana en plenitud es, por lo menos, retrucable: estudios muy bien elaborados demuestran que, aproximadamente, sólo el 17% de los casos en que un óvulo es fertilizado por un espermatozoide resulta en un embarazo normal y completo hasta el nacimiento de un nuevo ser. El resto de los casos resultarán en embarazos interrumpidos por múltiples causas. Es decir, que no somos tan fértiles como podríamos imaginar, y que esa “potencial vida humana en plenitud” no es tan potencial después de todo.


         Hasta aquí, el afán no es otro que poner sobre la mesa los hechos como los presenta la ciencia. Cuando se habla de que legalizar el aborto atento contra la naturaleza y la dignidad humana hay un importante desinterés o ignorancia hacia estos hechos, además de dar por sentado que efectivamente hay algo que se pueda definir como la naturaleza o la esencia humana. Me concederán que intentar definir arbitrariamente, en una discusión de café o de face, aquello que es esencial a la naturaleza humana, resulta por lo menos paradojal.


         Otra estrategia de Anto para defender su postura es la de comparar la legalización del aborto con los grandes genocidios y con el nazismo. Pero aquí subyace otra gran irresponsabilidad en el discurso anti-aborto, que es básicamente la de negar la dimensión real de esta problemática sanitaria. Y aquí el reduccionismo empieza a teñirse de negacionismo. Los abortos existen en todo el mundo, en la legalidad y en la clandestinidad. Su existencia no depende de que el procedimiento sea legal o clandestino. El aborto existe, y es justamente cuando ocurre en la clandestinidad que adquiere las características inhumanas de un holocausto. ¿Y esto por qué? Porque tapar esta problemática, mantenerla en la oscura clandestinidad, no es otra cosa que el desentendimiento total del Estado de un flagelo social que destruye la integridad física, psicológica y social de millones de personas, hombres y mujeres, y de los colectivos, en todo el mundo. Mientras que la legitimación y regulación de esta situación por parte del Estado traería enormes ventajas si su espíritu es el de brindar sostén y acompañamiento a las mujeres cualquiera sea la decisión que tomen sobre sus cuerpos y sobre el ser que empieza a constituirse en su interior.


       Antonella destaca al final de su artículo que “Es inadmisible presentar el aborto como una decisión particular e individual de la madre. No es un problema de conciencia individual de la madre, ni del padre, pues afecta a alguien distinto de ellos: el hijo ya concebido y todavía no nacido”. Pero es cuando esta realidad queda artificialmente tapada, cuando queda oculta en la clandestinidad, es ahí cuando el Estado abandona sus responsabilidades y la cuando la sociedad moralista deja en absoluta soledad a tantas personas.


        Por último, una realidad que nunca quieren observar aquellos que se pronuncian en contra del aborto es la de los distintos aspectos culturales y socioeconómicos que no deberíamos nunca dejar de lado y que atraviesa por completo la cuestión del aborto, desde sus causas reales hasta sus efectos y consecuencias. Pero presentar aquí estos aspectos volvería insoportablemente largo (más de lo que ya es) mi propia nota. Sin embargo, abordo estos aspectos con mayor profundidad en mi artículo inicial.


       Pienso que todos estamos a favor de la vida, más allá de la postura que tomemos en esta discusión. Porque las banderas de la vida no son patrimonio de un grupo o del otro. Principalmente, porque la vida no se trata solamente de nacer y morir, sino del camino que está en juego en el medio. Por eso, mucho de los que se autodenominan pro-vida desatienden, empero, aspectos fundamentales de la vida misma. La vida no es vida si no hay calidad de vida, si no hay un sistema de salud eficiente e inclusivo, y si la personas no cuentan con un amplio derecho a elegir por sí mismas sobre esas vidas. La vida sólo es vida si es vida digna.



El artículo de Antonella Lettier


Mi artículo inicial


Un poco de discusión en términos científicos sobre el aborto


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