Por Danilo Siliotto
En nuestro país, por lo general, cada año, los educadores argentinos convocan a manifestaciones y paros laborales como medida de protesta, ante la desactualización salarial con relación a la inflación, la precariedad de la infraestructura escolar, y otras no menos importantes deficiencias, en el sistema educativo, y/o en la situación del alumnado.
Estos conflictos no son nada nuevo, ni son producto del gobierno actual, desde que tengo memoria, los colegios públicos, comienzan las clases unas semanas después que los privados, a consecuencia de las quejas de los maestros. Recientemente, se suscitó un enfrentamiento entre dirigentes gremiales del SUTEBA (Sindicato Unificado de Trabajadores de la Educación de Buenos Aires) y la gobernación de la Provincia de Buenos Aires. Los primeros dicen manifestarse a causa del escaso presupuesto destinado a la educación, y en general, a la falta de recursos; la segunda alega que, el paro laboral, es solo un instrumento político para pronunciarse en contra de la Ley provincial de Emergencia Pública y el veto a la Ley Antidespidos.
Prefiero no desarrollar el conflicto en particular, ya que atañe al ámbito interno de la provincia de Buenos Aires, pero esta noticia me da pie para expresarme sobre unos pocos temas relacionados a los docentes. Si en el futuro, esta contienda llega a magnitudes nacionales, me tomaré el trabajo de exponer mi postura, lo que no veo para nada improbable, si tenemos en cuenta el peso de Buenos Aires dentro de la nación.
Como ya había anticipado, es cosa de todos los años, el famoso cese de actividades de los docentes. Estas manifestaciones tienen como objetivo al gobierno, pero como víctima principal al alumno. Lo que entiendo que se pretende es, perjudicar al estudiante, para que esto genere descontento social, y así la comunidad presione al gobierno para que realice las concesiones que se solicitan. El caso particular del gremio de maestros es muy especial y delicado. El funcionamiento normal y básico de un gremio se puede sintetizar de cierta forma dando un ejemplo aislado y extendiéndolo a la realidad.
Supongamos que 10 trabajadores son empleados en una fábrica, estos están en relación de dependencia y de sujeción con respecto de su jefe, por lo que, si uno en soledad se atreve a protestar reivindicando sus condiciones laborales, probablemente sea reemplazado, a no ser que se dé el muy excepcional caso de un empresario filántropo. Para combatir la desigualdad de posiciones, los trabajadores de la fábrica se ponen de acuerdo y toman la decisión de protestar colectivamente, generando como consecuencia directa que el empleador escuche los reclamos, por el obstáculo que representaría reemplazar a todos sus dependientes. A este vago esbozo del sistema sindical, habría que extenderlo a todo un rubro y no circunscribirlo solo a una fábrica, y añadirle algunos conceptos como la obligatoriedad de afiliarse por parte de los trabajadores, que no profundizo porque no vienen al caso.
Hasta aquí, es fácilmente comprensible el fundamento y el funcionamiento de las asociaciones sindicales. Se puede ver con claridad que el objetivo del gremio es el empresario, y este a su vez es la víctima. El empleador necesita de sus empleados para el correcto funcionamiento de su organización, si se rehúsa a discutir y concordar condiciones laborales, termina por causarse el mismo un perjuicio económico. Aquí radica la principal diferencia entre el gremio de docentes y los demás, como exprese anteriormente, la victima de los paros son los alumnos, personas en su mayoría, menores de edad, que no tienen la culpa de los errores de los adultos y sin embargo pagan por ello. Es por esto que me cuesta ver con buenos ojos este tipo de manifestaciones, porque supone un método extorsivo indirecto; personalmente optaría por buscar otras formas de peticionar y dejaría el paro como un último y extraordinario recurso. Sin embargo, comprendo perfectamente que un docente se niegue a trabajar, en condiciones que él no considera justas, pero llegado el caso, lo exhorto a que sea sincero y declare, que poco le interesa la educación como actividad, que solo enseña por la retribución salarial; que no use al alumno como escudo.
Existe también, otra controversia con respecto a los docentes, y es la famosa “capacitación”, o “examen”. Muchos de los paros laborales y las marchas son para evitar la implementación de estas medidas. Realmente debe ser fastidioso estar sometido a un examen desempeño, el que se toma cada cierto tiempo, y más aún, necesitar de constante capacitación, para no perder el empleo. Pero esto no es algo inhumano, muchos profesionales están estudiando constantemente para adecuarse a las exigencias de la vida, no es algo inconcebible ni irrealizable.
Admitiendo la importancia elemental, de una buena educación primaria y secundaria, para generar ciudadanos responsables y concientizados; se advierte el enorme compromiso que debe tener un educador, con su actividad, y con sus alumnos, debe ser una persona sumamente calificada, para cumplir con semejante tarea. Para asegurar la idoneidad del maestro, es inevitable imponer un control, y en caso de ser necesaria, una mejor instrucción, preparándolo para las circunstancias de la actualidad. Un docente, está en su derecho de rehusarse a recibir formación posterior, y buscarse un trabajo en una escuela privada. El estado tiene la obligación de brindar la mejor educación posible, contratando educadores que se esmeren en proporcionarla. Considero prudente aclarar aquí, que no sería correcto despedir al docente, en caso de no aprobar el examen de control; solo lo justifico en caso de negativa a la capacitación o a rendir el examen; el criterio a tener en cuenta es el esfuerzo, no el resultado, no estimo apropiado dejar una persona sin trabajo solo por un obstáculo, que puede superarse.
Un tercer problema conocido, por muchos, son las famosas “carpetas medicas” de algunos maestros. Solo traigo a colación el tema, para justificar los despidos de aquellos que cobran su salario sin presentarse a trabajar, es un descaro y un robo indirecto al bolsillo de los contribuyentes. No intento generalizar a todos los docentes con licencia médica, indudablemente muchos son personas honestas, que realmente no pueden concurrir a los establecimientos. Personalmente, me entere de un caso concreto, no obstante, voy a evitar dar detalles, para evitar contingencias a quien me lo comento. En pocas palabras, una maestra empleada en un colegio público, con licencia médica, se dedica en el tiempo en que debería estar enseñándole a sus alumnos, a dar clases particulares y personalizadas a adultos, obteniendo una mejor remuneración, pero aun así enriqueciéndose con una entrada adicional de dinero, proveniente de los impuestos que pagamos todos; no solo debería ser despedida, debería devolver la suma total de lo que cobró sin trabajar.
Sin más críticas que formular, tomando en parte lo desarrollado en referencia a la capacitación y examen, es relevante destacar nuevamente la importancia de la tarea de los docentes, la que debe ir acompañada de una muy buena remuneración, mucho mejor de la que actualmente se les ofrece. Incuestionablemente es forzoso aumentar el presupuesto destinado a la educación. Mejorando la formación de los jóvenes, se logra aumentar el desarrollo humano, que trae aparejado el crecimiento económico, bajando indirectamente el índice de criminalidad, de corrupción, de injusticia. Garantizar una buena enseñanza gratuita, es la principal herramienta para lograr la igualdad de oportunidades.